dimecres, 25 d’abril del 2012

EL DRAGON CENTENARIO


HISTORIA Y USOS
Pocos árboles están tan envueltos en una aureola mítica como el drago. Su aspecto sobrecogedor ha contribuido a que estos gigantes del reino vegetal hayan sido objeto desde la más remota antigüedad de leyendas, simbolismos y atribuciones anímicas sorprendentes.

Si a esto se le añade el lado práctico, es decir el interés comercial que tuvo la sangre de Drago en el pasado, por sus propiedades tintóreas y farmacológicas, se comprende que esta especie fuese ya conocida en la Roma Imperial hace 2.000 años.

Sin embargo no sería hasta después de la conquista cuando comenzó la exportación masiva de la valiosa savia a Europa, y con ella la destrucción sistemática de estos árboles.

También a partir del s. XV muchos dragos fueron cultivados en jardines europeos, y proliferaron descripciones y láminas sobre esta especie, alguna de las cuales se remonta al menos a 1756.

Hubo quien quiso ver en el drago el célebre Dragón de las Hespérides convirtiendo sus raíces colgantes en espesa barba, la savia en roja sangre y las retorcidas ramas en multitud de brazos de un ser imaginario (Drago de Franchy).

Su denominación latina (Dracaena draco), sin embargo, no la recibirá hasta 1767, cuando Linneo llevó a cabo un estudio sistemático de esta y otras especies.

Otro prestigioso naturalista que también se interesó por la flora canaria fue Alexander Von Humboldt, quien en 1799 nos narra sus observaciones sobre un gigantesco ejemplar existente en los jardines de Franchy en La Orotava. Tenía este árbol 25 m. De altura y un tronco cuyo perímetro rondaba los 15 m.
En lo referente a los usos y utilidades del drago, se sabe que los aborígenes hacían escudos de la corteza, elaboraban recipientes con su madera y con la savia teñían de rojo diversos utensilios. Parece probable también que comieran los frutos de este árbol.



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